«se conto .xx. de setiembre andando entramos en vna montaña muy fuerte y aspera donde no hauia otra manera de arboles sino vnos spinosos llenos de flores de olor suaue que nos recreaua. Dizen algunos que la corona de·la passion de Christo Jesu fue de aquellas espinas tecida: por·ende leuamos con nos algunas. No era esteril esta montaña empero toda escopulosa de puntas de peñas y pedregosa las quales luzian como si stouieran vntadas de azeyte:»