«la sangre de·los sus cauallos. Ya los que quedauan quisieran si ser pudiera de alli lexos estar. Cognosçiendo que non auian defendimiento e a·la su virtud fallesçian armas. E avn con todo eso la yra del puerco non era menos que antes. Quantas piadosas bozes bueltas con profundos gemidos sonauan al çielo jnuocando siquier llamando los inmortales dioses. Quanto dolor e cuytas del consumimiento de tan escogida mançebia alli era. Non pueden los»