«grandeza de·la piedad de nuestro saluador y maestro. O furor maldito de·los malauenturados judios: el qual fue tan pertinace que ni la potestad del milagro, ni la piedad del beneficio, no le pudo raher la enuejecida y concebida malicia. Onde dize Beda. Jamas oluido su piedad el señor: el qual ahun no consiente que sean maltratados sus enemigos: porque conozcan que si se conuierten, ahun pueden sanar. y porque»