«el suelo. O alma deuota, quales ojos podian ministrar lagrimas conuenibles a tanto dolor? quien no tuuiera por gloria por resistir a tanta crueza, morir embuelto con·ellos? quien no desseara contra tan rigoroso insulto, armar sin otras armas las manos, para librar el fijo y la madre: y ofrecer se a·la muerte? Entonces fuera bueno, o Pedro el morir, y no el negar. entonces fuera bueno, o Juan el»