«primero canto el gallo: despues le miro el señor: terceramente començo de llorar: y finalmente saliendo dehuera, lloro amargosamente su culpa. E por semejante, como escriue Gregorio, canta hoy por nosotros el gallo: quando el predicador con el pregon de·la sagrada doctrina euangelica, despierta la dureza de nuestros coraçones a compunccion y repentimiento. mas aquesto no abasta cumplidamente para el reparo de nuestra salud: si luego el señor no nos»