«le siguiesse por ver sus milagros: y como solamente la malicia estuuiesse en·los principes y los letrados de·la ley: los quales siendo juezes y acusadores, no podian ser testigos contra el, con mucha dificultad hallauan en·el pueblo lo que querian: hasta que ya a·la postre, como reza el sagrado euangelio, llegaron dos falsos testigos diziendo: nosotros por cierto le oymos dezir: puedo destruyr el templo de Dios,»