«Quintamente podemos dezir que escupen y maltratan el preclarissimo rostro de nuestro redemptor y maestro, aquellos como escriue Ludolfo, que menosprecian sus prelados y superiores. Por tanto nosotros, o hermanos carissimos, deuemos con piadoso pensamiento contemplar, y estimar en muy crescida gloria aquestas escopiduras turpissimas del venerabilissimo rostro de nuestro maestro Jesu. y muy atentissimamente rememorar los, con quan exquisita diligencia pudieremos sin dexar, o vergonçar·se de scriuir los denuestos,»