«de vestidura de purpura, ayuntaron y plegaron vna garlanda de juncos marinos muy espinosos, y llenos de acutissimas puntas: y pusieron je·le por dyadema y corona real, tan forçosamente y sin piadad, que los aguijones le penetrauan hasta el cerebro. O inaudita crueza. O rauia feroçe y canina. O ya pluguiesse a tu majestad sacratissima señor glorioso: que aquella tu corona de spinas fuesse almohada dulcissima, donde por tu seruicio»