«de apretar le con las manos quan esforçadamente pudieron aquellas spinas: mas ahun con ira mas leonina que razonable: con cañas que tuuieron a mano, le dauan tan crueles golpes y despiadados, que forçaron los aguijones hasta lo interior del cerebro, atrauessando las comesuras y telas: porque el alma se despidiesse mas presto. O Jhesu glorioso. O fijo de Dios eterno, quantos malignos y peruersos cristianos se hallarian hoy, que no»