«con luenga razon nuestra materia sanctissima, y para lo que tan desenfrenado y furioso desseo nos puede mostrar, complidamente puede satisfazer, que pudo tanto aqueste amor tan diabolico y infecionado: que por el sin otro respecto los principes de·los sacerdotes y los escriuanos del pueblo mataron el fijo de Dios. E por·ende entonces los veninosos escorpiones, redoblando con·el temor la malicia: con entrañables bozes, llenas de yra y»