«el reyno de Dios: no el temporal y terreno, mas el celeste y eterno. y nunca jamas hauia consentido en·la muerte del redemptor, ni en·los actos scelerados, ni consejos sacrilegos de·los judios: esforçado ya y confirmado por virtud de·la sangre derramada del glorioso Jhesu, pospuesto todo temor: le pidio con audacia muy desembuelta el cuerpo precioso de su maestro, para la sepultura. Lo qual muy liberalmente le»