«spinosos llenos de flores de olor suaue que nos recreaua. Dizen algunos que la corona de·la passion de Christo Jesu fue de aquellas espinas tecida: por·ende leuamos con nos algunas. No era esteril esta montaña empero toda escopulosa de puntas de peñas y pedregosa las quales luzian como si stouieran vntadas de azeyte: eran como bueltas en dos colores negro y vermejo. Ende vimos vna bestia mas crecida que no el camello la qual dezia»