«la cristiandad concurrio desparo desde su trono y silla tan pontifical en que estaua: y oy ge·la yo dezir aquella tan rica y tan excellente alabança que le dio quando dixo. Quem tota Italia admirata etcetera: de quien toda la Ytalia quedo tan marauillada y contenta que mas como a varon diuino que como a hombre mortal le acato. Passadas las alegrias del triunfal recebimiento que la ciudad de Napoles con tanta fiesta le houo fecho. Llego el»