«la espada en·la mano assi: porque entonces estaua la puerta abierta: y el piensa agora que tu eres alguno d·ellos: e por miedo que ha non te responde. A·la qual dixo el mercader. O como aveys mucho bien obrado en escapar a este hombre de·la muerte. E assi seguramente entrando en casa: saludo aquel mancebo e lo fizo assentar consigo: e fablando de grand amistad con·el: lo»